EL JUEGO DEL AHORA, neurociencia y el aprendizaje a través del juego. Cartas de yoga y pausa, juegos de atención, regulación emocional, preguntas de autoconocimiento. PARA NIÑOS DE 9 A 99 AÑOS

Tengo una muy buena noticia para ti: cambiar el mundo es mucho más fácil y simple de lo que pensabas.

Para cambiar el mundo no es preciso ser un político poderoso, un multi-millonario, un activista conocida o un deportista con mucha fama y mucho dinero. Tampoco hace falta esperar años o tener mucha paciencia (¡puedes empezar AHORA MISMO!), ni hace falta tener una teoría revolucionaria, formar parte de alguna asociación o ser voluntario en una ONG.

Un mundo mejor y más justo empieza con uno mismo. Son los pequeños gestos individuales los que marcan la diferencia. Si quieres cambiar el mundo, cambia a ti mismo

  • ¿Sueles perder la calma (y los modales!) cuando conduces tu coche?
  • ¿Cuánto tiempo hace que has ofrecido ayuda a algun amigo voluntariamente?
  • ¿Saludas a tus vecinos o tus compañeros por la mañana?
  • ¿Reciclas en tu casa el papel, el vidrio, las pillas, el aceite …?
  • ¿Apoyas alguna causa benéfica?
  • ¿Muestras tu agradecimiento por las cosas y las personas que tienes en tu vida?
  • ¿Dices a las personas en tu alrededor cuanto las quieres?
  • ¿Es tu costumbre invitar (compartir con) personas que tienen menos que tú?
  • ¿Estás disponible para los demás, les dedicas tiempo?
  • … etcétera

Son tús pequeños cambios y tús aportaciones individuales de cada día que hacen que el mundo cambia y que se vive un poco mejor. Lo que das, te lo das y lo que no das, te lo quitas. La gente alrededor tuya notarán estos pequeños cambios en ti y empezarán actuar de la misma manera … ¡cambiar el mundo es contagiosa!

Cuento sobre un pequeño gesto individual que cambia el mundo:

Ramón iba caminando al atardecer por una playa desértica.

Mientras caminaba, divisó a otro hombre a lo lejos. Al acercarse, notó que el hombre se agachaba constantemente, recogía algo y lo arrojaba al agua. Una y otra vez lanzaba cosas al océano. Cuando Ramón se acercó más todavía, vió que el hombre recogía estrellas de mar que se habían clavado en la playa y una por vez, las iba devolviendo al agua.

Ramón se acercó al hombre y le dijo:
– Buenas tardes.
– Siento mucha curiosidad.
– ¿Qué está haciendo?

El hombre le respondió:
– Devuelvo estas estrellas de mar al océano.
– La marea está baja y todas estas estrellas quedaron en la costa.
– Si no las echo nuevamente al mar, se mueren aquí por falta de oxígeno.

Ramón respondió:
– Ya entiendo
– Pero ha de haber miles de estrellas de mar en esta playa.
– Es imposible agarrarlas a todas.
– Son demasiadas.
– Además, seguramente esto pasa en cientos de playas a lo largo de toda la costa.
– No se da cuenta que no cambia nada.

El hombre sonrió, se agachó, levantó otra estrella de mar para arrojarla de nuevo al mar y respondió:
– ¡Para ésta estrella de mar, sí cambió algo!

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